El camino de un artista está hecho de vivencias al margen de los cauces habituales,
porque no se inhiben con las formalidades y el pensamiento imperante de su época.
Buscan cielos inasibles y noches estrelladas mágicas que la luz de la ciudad eclipsa.
Intentan resistir porque no están dispuestos a renunciar a ser libres y que su imaginación
vuele hacia nuevos horizontes más allá de las costumbres de su tiempo y el orden social.
En estas condiciones, muchos artistas son capaces de no contagiarse por el afán frentista
con el que los líderes políticos tratan de intoxicar a sus parroquianos. Suelen salirse de la
norma y no creerse que deban acatar ley humana alguna, para así dejar fluir la vida y soñar
como si fueran niños, liberan su imaginación conectando su universo interior con cada nueva
e irrepetible noche estrellada que consiguen contemplar